Exit

El escenario de lo cotidiano

por Rosa Olivares

Exit nº 46, Mayo / Junio / Julio 2012

 

Foto Ramblas. Perla del Caribe. Cortesía àngels barcelona © Santos Montes

 

Hubo una vez, cuando todavía las cámaras fotográficas no se habían convertido en teléfonos móviles y no todo el mundo, de cualquier edad, religión, sexo o ideología, llevaba en su bolsillo una pequeña cámara automática capaz de fotografiar cualquier suceso, cualquier persona, y enviarlo al otro lado del mundo en apenas unos segundos, que las personas que querían hacerse un retrato, bien para un documento, bien para conmemorar un acontecimiento en sus vidas, acudían a los estudios de fotógrafos profesionales. Había una vez unos fotógrafos profesionales, sin pretensión de artistas, que se dedicaban a retratar en sus estudios a todo tipo de personas por un módico precio.

Pero todo eso ya es historia, como historia es lo que esos estudios, a lo largo y ancho de todo el mundo, han hecho con sus archivos de miles de negativos, millones de imágenes de personas desconocidas en África, Asia, América y Europa. En cada país, en cada ciudad, en cada pueblo, había un estudio de fotografía que se ocupaba de las bodas, bautizos, documentos de identidad y todo tipo de celebraciones y festejos, escribiendo así, imagen a imagen, la historia de una sociedad en permanente cambio, dándole sentido al concepto de archivo que tan querido es desde hace unas décadas al mundo de las artes visuales y la teoría artística.

La realidad es que lo que empezó como un oficio modesto, artesanal, se ha ido convirtiendo poco a poco en una de la más concienzudas prácticas de construcción de la identidad y de la creación de la noción de sujeto, de individuo único dentro de una sociedad concreta. Lo que se inició como un mínimo intercambio económico a cambio de un servicio profesional, es hoy el inicio de la idea del archivo. En los estudios fotográficos de todo el mundo se ha ido construyendo, retrato a retrato, la imagen de una sociedad que hoy es una idea casi exótica de nuestro pasado.

Estos estudios de fotografía han tenido una evolución muy diferente según quién y cómo los ha ido rescatando del olvido. Algunos han pasado a formar parte de colecciones fotográficas de primer nivel, otros a formar archivos históricos, y finalmente algunos otros consiguieron gran prestigio en vida de los fotógrafos, que se transformaron en artistas, en profesionales del mundo de la moda, de la prensa, en una evolución inevitable en un mundo en el que la tecnología y los avances  industriales no podían tardar mucho tiempo en acabar con un oficio más cerca de la artesanía que de la industria. Pero estos estudios no solamente son una fábrica de bellas y curiosas imágenes, sino que encierra en sí mismos uno de los conceptos básicos de la idea que sustenta la fotografía: la representación de nosotros mismos. La representación de lo que queremos ser, de lo que queremos mostrar de nosotros a los demás. Y no solo esto, sino que el estudio se convierte en un estudio precursor de los escenarios cinematográficos en los que se reconstruye un fragmento del mundo, se coloca un paisaje de fondo, un avión, una moto, un coche, se coloca un mobiliario concreto, una mesa de café, un jarrón con flores de plástico, para situar al personaje en otro lugar diferente aunque no cuadren los elementos. El estudio es el espacio de los sueños y de las ilusiones. Un sitio para imaginar e imaginarse más allá.

Un espacio cerrado, consagrado a la imagen y a la fantasía, un lugar en el que las cosas se transforman en otra cosa muy distinta, en el que viajamos a través del tiempo y del espacio y nos situamos en playas caribeñas, en selvas tropicales, en valles alpinos, en montañas rocosas, en salones lujosos, en entradas de palacios, en el escenario de un teatro en el que nos podemos convertir no solo en generales y bailarines, boxeadores y reyes, sino en pilotos de aeroplano, cuando nadie viajaba en avión, o, incluso astronautas, cuando la Luna y Marte estaban todavía muy lejos. En el estudio las mujeres parecen princesas y los hombres son todos unos caballeros, en el que todas son bellas y todos son orgullosos. Actrices y actores de Hollywood. Es el lugar de la fotografía, el espacio de la mentira y de la apariencia, de lo que parece y no es. ¿Y no es? Tal vez nos definamos más profundamente por lo que un día quisimos ser que por lo que finalmente hemos llegado a ser, nuestros deseos y nuestros sueños se conforman de lo mejor de cada uno de nosotros. Además, estas fotografías tomadas en espacios ajenos atrapan nuestra memoria reafirmándonos en la realidad de nuestras vidas cotidianas.

Hay lugar para todo, incluso para fantasmas y espíritus, en este repaso a una parte de la fotografía de estudio. Es un terreno en el que cuando entras empiezas a deslizarte por un tobogán sin freno posible, y un estudio te lleva a otro, y un coleccionista a otro fotógrafo que no conocías, y poco a poco se establece una red de relaciones que nos demuestra que no toda la fotografía realizada en estudio es el retrato del general arrogante y victorioso, ni del padre de familia vencido y humillado, ni el de los documentos de identidad, esos que se utilizan para el control y que tanto nos cuesta mostrar porque siempre, pensamos, no estamos favorecidos. Es todo eso y es mucho más, porque con todos esos generales y sus ejércitos, esos alcaldes y ministros, esas reuniones de administrativos y comerciantes, recomponemos cómo se estratificaba la sociedad de una época, de un momento concreto, de un pueblo, una ciudad, un país determinado. Con la forma de pintar los escenarios, con la forma de colorear los fondos, nos acercamos a una estética popular a veces, también hortera, otras muy sofisticada, y vamos viendo aparecer la figura del artista donde aparentemente sólo había un técnico, un artesano con cierto oficio. Y asistimos también al origen de un Photoshop manual cuando vemos el retoque exquisito hecho a mano sobre los negativos antes de positivar, o sobre el papel fotográfico una vez positivado, suavizando rasgos, eliminando defectos, y haciendo desaparecer arrugas. Artistas de hoy, desde Pierre et Gilles hasta muchos más, que han hecho del kitsch y el camp, del retoque y del tópico un estilo, le deben casi todo a estos estudios modestos y anónimos.

Las poses son otra historia. Muchas de las poses que hoy repetimos en broma o en serio cuando somos retratados vienen de la memoria, del recuerdo de lo ya visto, y van hacia esa escritura automática que es gran parte de la fotografía profesional, de moda y de publicidad de hoy en día. Y qué decir de la fotografía pornográfica, de esta estética tan querida del cartel, del calendario. Todo estaba ya en estas fotografías hechas muchas veces por artistas desconocidos que han repetido generación tras generación las mismas imágenes, en todas las culturas, dando muestra palpable de que somos mucho más parecidos, casi iguales, de lo que podríamos suponer. Porque como verán en las páginas siguientes desde Egipto, Libia, Líbano, Mali y Senegal, hasta Francia, España, Estados Unidos, y los países del Este, las formas y las ideas se repiten con leves transformaciones, con signos característicos del lugar (la vestimenta, por ejemplo), con las diferencias obvias de sus fiestas y costumbres.

La personalidad de los retratados, la idea de espacio transformado del estudio, el origen en un encargo anodino definen una fotografía que tiene su razón de ser en el pago inmediato, en un intercambio económico básico. Pero que más allá de eso acercaba a la sociedad, a todos sus niveles, a la idea de representación plástica, de obra de arte, a la idea del retrato que hasta ese momento solo podía ser en pintura, al alcance de unos pocos con recursos económicos. La fotografía es un elemento democratizador del mundo de la creación, se empezaba a poner al alcance de todos la posibilidad de transformar la propia representación y por tanto la representación de lo real, si algo lo puede ser, alterando radicalmente la idea del mundo y sobre todo la idea de nosotros mismos y del otro como complementario, igual o diferente.

Los artistas que hemos traído a este número de EXIT no representan más que una parte de los muchos que se han quedado fuera, son la representación parcial de un todo inabarcable en solo una revista. Vaya con este trabajo nuestro homenaje a unos pioneros que llevaron la fotografía y la estética, el concepto de construcción de la identidad, la formación del archivo como idea de acumulación esencial, mucho más lejos de lo que ninguno de ellos individualmente ni todos en conjunto pudieron imaginar nunca. 

 

 

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