Exit

Recordándonos a nosotros mismos

por Rosa Olivares

Exit nº 21, Febrero-Abril 2006

Esto ya lo he visto en algún sitio. Esto lo he oído antes. Tengo la sensación de haber vivido ya esta situación. Parece como si toda la vida fuera un carrusel en el que giramos y vivimos los mismos momentos una y otra vez, siempre creyendo que es la primera vez. La primera vez. Pendientes de una primera vez que, a la larga, resultará ser un dejá vu eterno. No hay primera vez como no hay nada nuevo, sino diferentes formas de hacer lo mismo, de hacer algo parecido que resultará ser siempre, cada vez, algo diferente. Simplemente porque diferentes somos nosotros, las personas que saltamos del carrusel con la intención de conquistar continentes que ya han sido conquistados varias veces, escribir libros que otros ya han leído, decir la eterna letanía del “te amo”, “lo siento”, “adiós”…, una y otra vez, como un coro mal afinado.

Borges nos recordaba que hay un lugar en el que continua, permanente, eternamente, se están diciendo todas las cosas que se han dicho en la historia de la humanidad. Siempre, de una forma constante, oyendo lo que ya hemos oído, diciendo lo que ya hemos dicho. Tal vez ese sitio se llame Memoria , porque dentro de cada uno siempre permanecen los momentos vividos, las sensaciones sentidas… pero eso que creemos que es siempre igual está siempre cambiando, reescribiéndose, reconstruyéndose continuamente de una forma instintiva y a la vez inevitable. Si los primeros amores, los primeros besos, siguen existiendo sólo porque nosotros los recordamos, y de hecho ésa es su única existencia, entonces todo lo vivido viene a ser como una novela en continua corrección, permanentemente reescrita.

Remake, una palabra inglesa que ya es aceptada y entendida universalmente, significa re-hacer , re-construir , hacer de nuevo algo que ya está hecho. Se usa para definir aquellas versiones de creaciones que ya existen pero que son utilizadas como fuentes de inspiración para hacer obras nuevas. Aunque podría ser de otra manera: remake es lo que se hace cuando no se consigue conectar directamente con una inspiración propia y se vuelve, una vez más, a las fuentes, a ese conocimiento que es como la base esencial de todos nosotros. Entre el homenaje y la copia, el remake viene a ser una burla de la idea de originalidad, característica y definitoria de lo que es un artista. Pero al mismo tiempo significa un bucle en el conocimiento de nosotros mismos. El remake descontextualiza y reinterpreta a los clásicos pero también a los modernos y, por qué no, a los contemporáneos. Sólo falta el remake de nosotros mismos, el remake de la obra que todavía no se ha terminado. No es una copia, de hecho llega un momento en el que el remake se convierte en algo totalmente nuevo, pues el referente existe solamente en nuestra imaginación, y muchos de los que consideramos remakes no lo son, sino que son obras basadas en pasajes históricos o religiosos, en estilos artísticos que nos recuerdan algo, aunque no sepamos concretamente qué. Algo parecido a lo que le sucedió al gran falsificador Emil de Hory, que realmente nunca falsificó un cuadro ya existente, sino que pintaba cuadros al estilo de Picasso o de Matisse, y de otros muchos, construyendo sus obras con fragmentos de las obras de los maestros, con figuras que ellos hubieran podido hacer pero que no hicieron. De esta manera, muchos remakes no lo son, sino que simplemente su presencia hurga en nuestra memoria y en nuestra rutina, en busca de un original que juraríamos haber visto pero que realmente no existe.

Se dice que los artistas recurren al remake en momentos de baja creatividad, que son ejercicios de destreza, entretenimientos, un juego para pasar el momento y retomar la propia obra, el propio estilo. Sin embargo, podemos ver hoy en día que esto no es así, que hay artistas que trabajan sistemáticamente en el territorio de la reconstrucción de una historia del arte que se vuelve interminable. Una historia llena de mitos, de leyendas, de figuras heroicas a los ojos de todos nosotros. Algunas obras de la historia del arte se han convertido en fuentes inagotables de referencias para los artistas posteriores, y la fotografía, sin duda el lenguaje artístico más ágil y atrevido, surfea en esta historia del arte despreciando cualquier riesgo. La fotografía se ha nutrido de la iconología pictórica, ha repetido estilos, se ha sumergido en una abstracción esencialmente cromática, básicamente pictórica, y también se ha dejado llevar por el homenaje y la ironía hacia ese arte con letras mayúsculas que siempre se ha querido distanciar de esa hermanita traviesa que ha supuesto la fotografía.

Los fotógrafos se han apropiado no sólo de los cuadros célebres, sino que han aislado a sus personajes, los han transformado, coloreado, travestido, reconstruyendo realmente gran parte de toda esa historia. Pero también se ha entrado en el mundo del cine, y se ha utilizado su aura, ese estilo tan nuestro y a la vez tan difícil de fichar, tan difícil de saber si esa imagen de Cindy Sherman es de una película o simplemente está hecha al estilo del cine negro, pero no de una escena concreta.

Así, de entre los grandes personajes repetidos hasta el agotamiento no sólo Velázquez y sus Meninas , Courbet y su Origen del mundo , o Leonardo y su Gioconda , ni escenas como la última cena o las crucifixiones, descendimientos, etc., sino también Alfred Hitchcock y sus películas como Psicosis , La Ventana Indiscreta , Los Pájaros o Vértigo , y también Man Ray, August Sander, Helmut Newton, los Becher y los grandes de la fotografía, con sus imágenes que ya son parte de una historia del arte y de la sociedad actual. Y también Boticelli, Caravaggio, Piranesi, Goya, Cézanne, Picasso, Modigliani, Hopper, Duchamp, Warhol, Beuys…, nadie escapa a la revisión de la mirada del artista que primero fue espectador, amante de un arte que forma nuestra propia capacidad de ser y de hacer.

El remake alcanza en la fotografía la categoría de un subgénero, no solamente por la cantidad de autores que han realizado obras basadas en , versiones de , homenajes a , sino porque gran parte de la historia de la fotografía se basa en la revisión de los temas, planteamientos y fórmulas plásticas que la pintura ha convertido en tratados, ha definido y explicado a lo largo de siglos con ejemplos por todos conocidos. Pero, además, hay algunos fotógrafos y artistas que basan prácticamente toda su obra en el remake, en re-hacer, hacer de nuevo obras clásicas. De algunos de ellos -Vik Muniz, Yasumasa Morimura, Joel-Peter Witkin, Pierre et Gilles, Chuck Samuels, Marcos López, Elena del Rivero, Jemima Stehli, Marcos Vilariño- tratamos en las siguientes páginas, no de una forma exhaustiva pues para eso se necesitaría mucho más espacio, pero sí de tal forma que podamos comprender esta manera de reconstruirnos a nosotros mismos, de dar un paso adelante cuando aparentemente se está retrocediendo. Es muy significativo el proceso con el que algunos fotógrafos re-hacen los mitos del arte, esos iconos que están en museos, en libros y que han marcado las pautas de una evolución intelectual y sentimental en la historia del hombre. Re-pintar la obra de Friedrich con colillas y ceniza de cigarrillos, o fotografiar nuevamente El origen del mundo en blanco y negro o poniéndole el símbolo de Europa. Desde chocolate hasta juguetes infantiles, todo vale cuando se trata de reconocernos a nosotros mismos, de tomar parte en una historia interminable.

Tal vez ahora seamos más conscientes que nunca de que ya todo ha sido hecho. Por eso en el cine las segundas, terceras y hasta las cuartas versiones de los clásicos nos enfrentan a las mismas historias y personajes que lo hicieron hace años: Y antes de ellos la literatura, y así hasta la Ilíada es reescrita para convertirse, más aún, en un best seller infinito.

La propia vida, nuestras particulares vidas, son un remake de lo ya vivido, por nosotros mismos y por tantos otros antes. Y será vivida igual, pero de otra manera, por tantos otros después. Todos haciendo únicos los momentos que son los mismos millones de momentos. Diciendo y haciendo lo mismo de diferentes maneras. Pero es importante que nos reconozcamos a nosotros mismos no sólo en los espejos sino en la cultura, en la vida, en los otros.

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