Melómano

Daniela Dessì, la versatilidad de una cálida y bella voz

por Diego Manuel García

Melómano nº 150, Febrero 2010

La soprano genovesa Daniela Dessì viene desarrollando una gran carrera en los últimos veinticinco años y pertenece a una brillante generación que incluye a sopranos como Renée Fleming, María Guleghina y Deborah Voight, las mezzos Luciana D'Intino y Olga Borodina, los tenores Fabio Armiliato (su marido), José Cura, Marcelo Álvarez, Marco Berti y Roberto Alagna o el bajo Roberto Scandiunzzi  entre otros.

Lo que más impresiona de Daniela Dessì es su gran versatilidad, que le permite saltar, sin apenas inmutarse, de Mozart a los repertorios verdiano, pucciniano y verista.

Dessì destacó desde muy joven bajo la égida de Riccardo Muti, que vio en ella magníficas posibilidades, cantando con frecuencia a las ordenes del gran director napolitano en el Teatro alla Scala. De esa etapa nos han quedado filmaciones de su Fiordiligi del mozartiano Cosí fan tutte y la Elizabetta di Valois del verdiano Don Carlo, que mostraban la adecuación estilística de la soprano a variopintos  repertorios.

La suya es una bella y cálida voz de lírica ancha, con buena técnica y homogeneidad en todos los registros, con unos graves de buena factura, pasando por un centro de considerable anchura y unos agudos que ha ido mejorando con los años, a base de controlar cada vez mejor la emisión. Ello se hace patente en el concierto verdiano junto a José Cura que tuvo lugar en el londinense Teatro Barbican en 2001 (Año Verdi), ampliamente comentado al año siguiente en nuestra sección dedicada a DVD. También en 2003, y junto a su marido Fabio Armiliato, tuve ocasión de escucharla en una Manon Lescaut que interpretó en el teatro de La Maestranza de Sevilla, comprobando las sustanciales mejoras de la cantante en comparación con sus grabaciones durante la década de los noventa, como un Pagliacci dirigido por Riccardo Muti junto a Luciano Pavarotti, o Iris de Pietro Mascagni, dirigido por Gianluigi Gelmetti, junto a José Cura.

A sus indudables calidades canoras se une una bella presencia y un gran temperamento teatral.

Daniela Dessì, junto a su marido Fabio Armiliato, constituyen la pareja lírica más famosa de la actualidad. Su compenetración teatral resulta perfecta. Ambos cantan en España con mucha frecuencia en los últimos años. Durante el presente mes de febrero volverán al Teatro Real de Madrid para interpretar Andrea Chènier.

Entrevista:

¿Qué ha significado a lo largo de su carrera su interpretación de Maddalena di Coigni? ¿Cuál es su visión de este personaje?

Maddalena di Coigni es uno de los personajes que me han introducido en el repertorio verista. Lo debuté en 1996 en la Opernhaus de Zurich, con mucho éxito y desde entonces quedé para siempre enamorada de este personaje. Volví a cantarlo el año 2000 en Niza y desde entonces lo he interpretado en 47 funciones pertenecientes a 13 producciones, en Turín, Venecia, Barcelona. Maddalena di Coigni es, seguramente, un personaje verista, pero sería más correcto definirlo como un personaje romántico, bastante relacionado a la belleza vocal de una Desdémona del Otello verdiano, teniendo en cuenta, obviamente, la diferente concepción musical de ambos personajes. Para mí Maddalena resulta de gran belleza, tanto en el aspecto vocal como en el dramático. Requiere una vocalidad apoyada en un ancho centro, que se mueva bien en el agudo y, por supuesto, requiere una considerable capacidad en el manejo de las medias voces. Teatralmente es un personaje de gran delicadeza pero también en posesión de una gran fortaleza para afrontar amarguras y desdichas y, en última instancia, y con gran gallardía, la muerte junto a su amado Chènier, un hombre que encarna el amor puro. Me gusta mucho cantar Maddalena di Coigni, ya que el personaje crece conmigo y yo con él.

Andrea Chènier está enmarcada en el movimiento verista, pero dentro de un verismo que pudiéramos llamar noble y aristocrático, como en el caso de Fedora del propio Giordano o de Adriana Lecouvreur de Francisco Cilea. ¿Qué opina al respecto?

Ya le he comentado que Andrea Chènier la asocio a un verismo noble con muchos momentos de alto contenido romántico. Aunque su orquestación no es extremadamente singular, esta ópera de Giordano es magnífica y está llena de apuntes sentimentales y extraordinarias melodías. Estoy totalmente de acuerdo en asociar a ese verismo noble y aristocrático títulos como Fedora y sobre todo Adriana Lecouvreur, -maravillosa ópera- que he cantado en bastantes ocasiones; es uno de mis títulos favoritos, que ha quedado para la posteridad en una toma en vídeo, posteriormente editada en DVD.

El Chènier que va a cantar en el Teatro Real es una nuevo montaje de Giancarlo del Monaco, coproducido por la Ópera de París y el Teatro Real de Madrid, que se estrenó en la parisina Ópera de la Bastilla el pasado octubre. Usted ya ha trabajado con Del Monaco en diferentes ocasiones.

Es un gran director escénico ya que logra siempre, en buena interacción con la música y el canto, crear ambientes escénicos altamente interesantes. Con él he participado en dos producciones de Chènier, en Niza y en Bolonia. Y este mismo año coincidimos en el Teatro de La Maestranza de Sevilla en esa extraordinaria producción de La fanciulla del West que Del Monaco estrenó en la Ópera de Roma y posteriormente en el Metropolitan, con toda la magnificencia que permite el gran escenario del teatro neoyorquino, y que también pudo verse en ese amplio escenario de La Maestranza.

Va a cantar Andrea Chènier junto a su marido Fabio Armiliato. El papel de Chènier está considerado como una de las grandes creaciones para tenor de todo el repertorio, con cuatro brillantes intervenciones solistas y dos grandes dúos. ¡Interpretar estos vibrantes y emotivos dúos con su marido le debe resultar auténticamente estimulante!

El papel de Maddalena tiene esa aria tan famosísima "La mamma morta" que, verdaderamente, siempre es un placer cantar. Y, aunque durante todo el desarrollo de la ópera el personaje es de una gran riqueza musical y dramática, cabe señalar que los grandes momentos de esta preciosa partitura son los dos grandes dúos: el que cierra el Acto II y el que se desarrolla al final de la ópera. En ambos, de una belleza arrebatadora, las voces se entrelazan de un modo sublime, sobre todo en el dúo final, donde se plantea una tesitura extrema en los agudos, casi wagneriana, que produce un verdadero impacto en el público. Está claro que cantar junto a mi marido estos grandes dúos me resulta verdaderamente estimulante. Es un placer musical, teatral, y, por supuesto, personal. Estoy de acuerdo en que Andrea Chénier está considerada como la ópera para tenor por antonomasia, por esas cuatro brillantes intervenciones solistas, una en cada acto.  

Obtuvo, un gran triunfo la pasada temporada en el papel de Minnie, en esa Fanciulla del West sevillana, junto a su marido Fabio Armiliato como Dick Johnson.

Tengo un gran recuerdo de esa Fanciulla en el Teatro de la Maestranza de Sevilla. Posiblemente esa producción de Giancarlo del Monaco sea de lo más bello y espectacular hecho en ópera en los últimos veinte años. Está el Acto I, con ese impresionante salón La Polka, dentro del estilo escenográfico de los mejores Western. En el Acto II tenemos esa espectacular tormenta de nieve y las llegadas a caballo de Minnie y Dick Johnson. También está esa lúgubre y casi fantasmagórica escenografía del Acto III. Es realmente un espectáculo extraordinario. Y en mi caso ha supuesto el acercamiento a la Minnie, el más poético personaje pucciniano.

Aparte de la Minnie, está cantando en los últimos tiempos roles puccinianos como Tosca y la Liù de Turandot, que interpretó la pasada temporada en el Liceo de Barcelona y muy recientemente en Montecarlo, en la producción del Palau de les Arts de Valencia. ¿Qué le parece esta producción ¿Se identifica con la patética y doliente Liù?

La producción de Turandot proveniente del Palau de les Arts de Valencia es muy espectacular y a la vez de gran belleza. Posiblemente, de las mejores producciones operísticas de los últimos años. El papel de Liù no lo he interpretado mucho, solamente en grandes producciones. Liù es, seguramente, una de las heroínas más queridas de Puccini, posiblemente, la más querida por ser su última creación y una especie de compendio de todas las anteriores. Por este motivo me gusta volver a interpretarla. En cuanto a mi posible identificación con el personaje pienso que mi carácter es mucho menos pasivo pero, probablemente, esa pasividad de Liù es debida al amor, a un amor puro. Y cuando un personaje se presenta tal y como es, proyectando total sinceridad, suelo identificarme con él, ya que su postura vital resulta del todo enriquecedora.

Y la terrible princesa Turandot, ¿piensa interpretarla en un futuro?

Me gustaría afrontarla en un próximo futuro. Es obvio que se trata de un personaje muy distinto de Liù y que identifico con la frase de los tres ministros Ping, Pang y Pong en su largo coloquio al comienzo del Acto II: "Turandot non esiste, non esiste che il niente" ("Turandot no existe, no existe, no es nadie"). En efecto, creo que Turandot es la mitificación del amor por parte de Calaf. Un personaje creado desde su propia fantasía en contraposición con Liù, quien representa -como ya le he comentado reiteradamente- el amor puro y real, mientras Turandot es el imaginario exasperado y enfatizado en la mente de Calaf. La extrema vocalidad de Liù, como la de Turandot, resultan cercanas a ese tipo de canto creado por Wagner y posteriormente seguido y matizado por Richard Strauss.

Usted sigue cantando roles verdianos de auténtica dificultad como Aida o Elvira de Ernani.¿Le resulta fácil compatibilizar a Verdi con Puccini?

No diría que fácil. Resulta más asequible cantar Puccini y después Verdi que al contrario. Es indudable que para afrontar ese cambio de repertorio necesito un tiempo para adecuar mi vocalidad y sobre todo mi mente a las distintas demandas musicales que requieren ambos compositores.

Participó en Bolonia el pasado 12 de octubre en el concierto-homenaje a Luciano Pavarotti en el segundo aniversario de su muerte.

Recordar a Luciano es siempre algo muy emocionante. Lo conocí en los comienzos de mi carrera y he tenido el honor y el placer de cantar con él en muchas ocasiones, tanto en ópera como en importantes conciertos. Junto a él participé en la inauguración de la temporada 'scalígera' 1992-93 con Don Carlo. Ha sido uno de los colegas más extraordinarios que he conocido, sobre todo por su sentido de la amistad y la alegría con que departía con sus compañeros. En ese concierto de Bolonia participamos Raina Kabaivanska, Fiorenza Cedolins, Marcelo Giordani y Carlo Colombara. Todos le recordamos como persona y como gran artista. Pavarotti puede ser considerado como uno de los más grandes tenores de la historia lírica. Su voz inigualable poseía un bellísimo timbre soleado y mediterráneo.

Siempre ha mostrado una gran admiración por Maria Callas. ¿Y por la Tebaldi?

Callas es para mí una verdadera referencia. Siempre he admirado a Renata Tebaldi, porque estaba en posesión de una voz esmaltada y de bellísimo timbre. Con Renata he tenido una magnífica relación. Después de haberme escuchado cantar a través de la radio o en retransmisiones televisivas desde teatros italianos, solía llamarme para felicitarme y elogiarme efusivamente. Tengo un gran recuerdo de ella.

Aunque su repertorio es muy extenso, ¿hay algunos roles que le gustaría afrontar en el futuro?

Ya le he mencionado el personaje de Turandot. También me gustaría cantar la Lady Macbeth verdiana, que puede adaptarse perfectamente a mi vocalidad, y ¿por qué no? divertirme, aunque fuese por una sola vez, cantando Carmen.

"Cantar junto a mi marido es un placer musical, teatral y personal"

"Me gusta cantar Maddalena di Coigni, ya que el personaje crece conmigo y yo con él"

"Resulta más asequible cantar Puccini y después Verdi que al contrario"

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