Revista Cidob d\'Afers Internacionals

Comprender la hibridación. Hacia un estudio de los espacios de comunicación intercultural

por Rico Lie

Revista Cidob d\'Afers Internacionals nº 88, Diciembre 2009

 

RESUMEN

La comunicación intercultural está estrechamente relacionada con la construcción y el funcionamiento de la identidad cultural; por ello, una forma de analizar los procesos de la comunicación intercultural es que se adopte la idea de espacios de comunicación intercultural, donde las culturas se encuentran, se mezclan y afectan a las identidades localizadoras/globalizadoras de varias maneras. Estos espacios de comunicación intercultural, construidos y practicados -y que, por tanto, se remiten a entidades interculturales de pensamiento, discurso o incluso ideologías que se crean y se comunican-, pueden ser concretos, en el sentido de lugares geográficamente definidos, aunque también pueden ser de naturaleza no-geográfica. La idea fundamental que puede encontrarse en el intervalo y la liminalidad englobados en el concepto de espacios de comunicación intercultural es la de hibridación El presente estudio se centra en la naturaleza de estos espacios y en los procesos de aprendizaje e hibridación que se producen dentro de los mismos.

 

Palabras clave: Hibridación, local, global, espacios, identidad cultural, interculturalidad

El campo de la comunicación intercultural

La comunicación intercultural se está convirtiendo en un tema de investigación cada vez más importante. Las estelas de la globalización política y económica contienen un número cada vez mayor de formas de comunicación y de cultura. Actualmente, las culturas interactúan entre sí mucho más que antes, principalmente como consecuencia del abaratamiento de los billetes de avión, de los más de 30 canales de televisión presentes hoy en día en la mayor parte de hogares occidentales, así como del boom experimentado por el turismo en todos los lugares del mundo. Así, la población está cada vez más expuesta a la comunicación intercultural. Como resultado de ello, la gente reconoce las diferencias, necesita asumirlas para tratar con ellas, y tiene que aceptar la existencia de la heterogeneidad.

Pero las comunicaciones también se están incrustando de un modo más fundamental en las culturas locales. En la medida en que los procesos de la globalización van a continuar desarrollándose, esta cualidad local del nexo global/local persistirá. Los procesos culturales locales pueden incluso intensificarse como reacción a las tendencias globalizadoras. Las culturas seguirán siempre encontrándose en el ámbito local, ya sea en un programa de intervención internacional, en los debates entre la derecha y la izquierda acerca de los impuestos, en la conversación entre un médico y un paciente inmigrante, o en el conflicto entre una madre y su hija. La emisión de una telenovela no será seguida por ninguna audiencia importante a menos que su contenido pertenezca a la misma cultura local. Ni siquiera las culturas nacionales son lo suficientemente locales, como puede verse en países bilingües como Canadá o Bélgica. Hay restaurantes chinos en todo el mundo, pero la comida que sirven ha sido adaptada a los gustos y costumbres locales. No hay dos McDonalds en el mundo que sean idénticos; detrás de los símbolos y formatos globales, se pone de manifiesto los elementos locales. Así, llegamos a reconocer que incluso los ejemplos globales de los productos culturales denominados globales están muy localizados y adaptados para encajar en los marcos culturales locales.

El estudio de este nexo global/local, en relación con la cultura y la comunicación, es complejo, y cada estudio en concreto difiere en función del enfoque que se adopte. Para entender mejor estos fenómenos, ciertamente complejos, debemos explicitar nuestro enfoque. Desde la perspectiva de la comunicación intercultural, podemos distinguir dos enfoques distintos: la aproximación psicológico-social orientada a las capacidades, así como la aproximación postmoderna, interpretativa y etnográficamente orientada.

Una aproximación a la comunicación intercultural de carácter psicológico-social orientada a las capacidades

La comunicación intercultural, y especialmente las consecuencias globales/locales de la comunicación entre diversas culturas, es un campo de estudio fundamental. La cultura está siempre presente en todo evento comunicativo, tanto de un modo implícito como explícito. El campo académico de la comunicación intercultural ha recorrido un largo camino, desde la distinción que estableció Edward Hall (1976) entre las culturas de contexto alto y las culturas de contexto bajo. Tanto en los contextos altos como bajos, este autor trató de mostrar que la cantidad de información de fondo, implícita o explícita durante los eventos comunicativos, difiere según las culturas de las que se trate. Geert Hofstede en 1980 publicó otro estudio, basado en datos obtenidos de los empleados de la empresa IBM en todo el mundo, que marcó un hito. Sobre la base de aquella investigación, Hofstede formuló cuatro dimensiones evaluativas y las etiquetó de la siguiente manera: individualismo, masculinidad, distancia al poder y evitación de la incertidumbre. El libro fue publicado de nuevo en 2001, con nuevas ideas, puntos de vista y actualizaciones. Estos dos estudios son ejemplos de un enfoque psicológico-social a la comunicación intercultural. El enfoque pretende, principalmente a través de métodos cuantitativos, encontrar unas características colectivas y unas generalizaciones universalmente válidas que permitan llevar a cabo una investigación comparativa. La cultura es considerada como una variable que puede ser medida y comparada. Los estudios conductuales concretos buscan las similaridades y las diferencias existentes dentro de las culturas y entre ellas. Otros dos académicos fundamentales cuyas investigaciones se insertan en esta tradición son William Gudykunst (1989, 1992 y 2002) y Richard Brislin (1994, 1996 y 1999).

En relación con este tipo de estudios psicológico-sociales encontramos la literatura pragmática y popular, que trata de ser práctica en el sentido en que es necesario aprender determinadas capacidades para poder comunicarse con el denominado "otro" de una manera efectiva. Este cuerpo de literatura tiene como objetivo ser directamente relevante en el trato con el otro cultural, pero con ello a menudo pierde de vista el tema de la complejidad social y la multiplicidad. Los temas socioculturales son mucho menos reducibles a unas cuantas variables de lo que estos textos a menudo dan a entender. Además, esta literatura es, con frecuencia, de naturaleza muy anecdótica y aísla las características. Incorporar la complejidad y darle la atención que se merece y necesita hace que la comunicación intercultural sea más difícil. Pero esta dificultad incorpora una concentración en la totalidad que es muy valiosa a la hora de estudiar los procesos de la comunicación intercultural. Desentrañar la complejidad existente en variables y factores aislados no hace justicia al intento de entender el todo. Por ejemplo, si la percepción del concepto de poder en los países del norte y del sur de Europa quedase reducida a diferencias en las percepciones de las jerarquías y la distancia, ello no haría justicia al papel que desempeñan las diferencias de género, educativas, las distintas visiones del mundo, de las religiones, de la vida familiar y la relación existente entre ocio y trabajo. Estos son otros tantos factores relevantes cuando se consideran las diferencias de poder y la aceptación del poder.

Aunque esta literatura psicológico-social orientada a las capacidades prácticas no deja de ser importante e interesante, el campo también se ha desarrollado en el sentido de la realización de estudios culturales globales/locales que ponen énfasis en los procesos de hibridación cultural.

Una aproximación a la comunicación intercultural postmoderna, interpretativa y etnográficamente orientada

Parece que fueron al menos dos las fuentes que iniciaron una aproximación a la comunicación cultural más interpretativa y etnográficamente orientada: los estudios culturales (británicos) y la literatura originalmente en lengua española en el campo de la cultura y la identidad cultural. Estas dos fuentes se solapan. Los estudios culturales, la nueva disciplina establecida por Richard Hoggart, Edward Thompson y Raymond Williams a finales de la década de los cincuenta del siglo XX, están involucrados en todos los tipos y formas de comunicaciones (inter)culturales. Los estudios culturales, especialmente en aquellas áreas donde se tratan explícitamente temas relacionados con las comunicaciones interculturales, están vinculados de varias maneras a la postmodernidad. De una forma antiestructural, que es una de las características fundamentales de la postmodernidad, abordan conceptos como "diáspora", el "otro", "representaciones", "consumismo" e "identidad". Expresan también un interés en las construcciones de la identidad en la zona intermedia entre lo global y lo local. Entre los académicos más destacados en este campo podemos citar a Ien Ang, David Harvey, Paul Du Gay y Stuart Hall.

Aunque parece que sigue habiendo una línea divisoria entre la literatura en lengua inglesa y la literatura en lengua española, cada vez son más los académicos, especialmente los latinoamericanos, que van siendo traducidos. Paralelamente al interés antropológico por los límites y las fronteras (Cohen, 2000; Donnan & Wilson, 1999), las discusiones sobre tierras fronterizas, zonas limítrofes, así como frentes y fronteras culturales van siendo alimentadas por los académicos latinoamericanos (para el uso del concepto de "frentes culturales", véase Lull [1998] sobre la obra del académico mexicano Jorge González). Además, la frontera entre México y Estados Unidos, así como las ciudades fronterizas de Juárez, El Paso (Vila, 1999), y especialmente Tijuana, son a menudo citadas cuando se discuten aspectos vagos o borrosos de las zonas fronterizas (véase García Canclini, 1990; Borden & Kurin, 1996; Hannerz, 1997; Lull, 1998; Vila, 1999). Mestizaje, criollización, transculturación y "culturas híbridas" (García Canclini, 1990 -hibridismo/hibridización) son otros cuatro conceptos que se refieren a la comunicación intercultural y se han originado en América Latina (incluido el Caribe) (véase Lie, 2003).

Situando la hibridación en el marco de las diferentes aproximaciones a la identidad intercultural

La comunicación intercultural está estrechamente relacionada con la construcción y el funcionamiento de la identidad cultural. Podemos distinguir tres puntos de vista sobre la identidad cultural: en primer lugar, la perspectiva estructuralista/funcionalista/modernista y marxista; en segundo lugar, la perspectiva interaccionista/interpretativa; y en tercer lugar, la perspectiva de los estudios culturales/postmodernista. La primera perspectiva pone un fuerte énfasis en los factores estructurales que influyen en la construcción de identidades; ve la identidad como un producto de los factores sociales, y sobre todo el funcionalismo, que se remonta a Emile Durkheim, Talcott Parsons y Bronislaw Malinowski, pone especialmente el foco en el consenso, las similitudes y las fuerzas e instituciones que mantienen cohesionada a la sociedad. En esta perspectiva, la identidad cultural es interpretada como una identidad social/comunitaria. Se destacan las relaciones sociales y el proceso de socialización de una forma estructural; la sociedad configura la identidad. Karl Marx, Louis Althusser y Antonio Gramsci llevan esta perspectiva estructural un paso más allá al introducir los conceptos de clase, poder y otras dimensiones capitalistas.

La segunda perspectiva centraliza la construcción de identidades mediante un proceso de negociación e interpretación. Mientras que en la primera perspectiva las personas eran vistas como factores cuyas identidades eran configuradas por fuerzas estructurales, en la perspectiva interaccionista o interpretativa, las personas son vistas como actores que tienen a su cargo la construcción de sus propias visiones del mundo y que configuran sus propias identidades. Los sociólogos interpretativos como George Herbert Mead, Herbert Blumer y Erving Goffman, así como los antropólogos interpretativos como Clifford Geertz y Victor Turner, hacen hincapié en la importancia de los símbolos en la construcción de las identidades cotidianas.

En la tercera perspectiva, la postmoderna, tenemos cuatro palabras fundamentales sobre la identidad cultural: "antiestructura", representación, fragmentación e hibridación. Parece que existen varias líneas de desarrollo en la era de la postmodernidad y la globalización: una primera línea postmoderna incluye los estudios de género, los estudios gays, los estudios sobre la ciberidentidad y lo que, de un modo general, puede calificarse como estudios en el campo de la "sociología del cuerpo". Todos estos subcampos están involucrados en el estudio de las identidades (culturales) y especialmente en las representaciones de las culturas (visuales). Una segunda línea postmoderna podría calificarse como la de "la producción, consumo y regulación de la cultura en un contexto global/local", que pone de relieve la fragmentación de las identidades en la zona intermedia entre lo global y lo local. Debido a la intervención cada vez mayor de las fuerzas globalizadoras, al desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación, así como al establecimiento de la denominada sociedad de la información, su argumento es que actualmente las identidades se interpretan trascendiendo las fronteras convencionales. En esta corriente de pensamiento las identidades están asociadas con el consumismo. A causa de lo inestables que son las nuevas pautas de consumo, las fronteras culturales se difuminan y se convierten en zonas o territorios fronterizos; es aquí donde se sitúa el concepto de hibridación.

Hacia un estudio de los espacios de comunicación intercultural

Una forma de analizar los procesos de la comunicación intercultural es que se adopte la idea de espacios de comunicación intercultural (Lie, 2003). Es fundamentalmente la idea de hibridación la que puede encontrarse en los conceptos de intermediación (Bhabha, 1994) y liminariedad (Turner, 1977), que están incorporados en la idea de espacios. Los espacios pueden ser concretos, en el sentido de lugares geográficamente definidos (por ej., supermercados, plazas urbanas y calles céntricas, aeropuertos, parques temáticos, etc.), pero también pueden ser espacios de naturaleza no-geográfica. Interpretados de este modo, los espacios se refieren a cuerpos de pensamiento, discursos, e incluso ideologías que son creados por medio de la comunicación intercultural. Tales espacios pueden ser pensados como espacios construidos en torno a fenómenos sociales como la asistencia médica, la televisión, el colonialismo y los movimientos sociales, pero también en torno a productos más concretos como IKEA, Coca Cola y McDonald's. Los espacios de comunicación intercultural pueden, de hecho, encontrarse allí donde pueda encontrarse interacción de elementos culturales humanos y no-humanos. Los espacios de comunicación intercultural son espacios en los que las culturas se encuentran y crean nuevas culturas e identidades. Los estados en los que estos espacios pueden encontrarse pueden situarse en un continuo que va desde un estado de coexistencia cultural hasta un estado de transculturalidad hibridizada.

 

Espacios en diferentes estados de comunicación intercultural

Coexistencia cultural

 

Negociación intercultural

 

Transculturalidad hibridizada

 

 

En este sentido, el tema principal es, en realidad, la medida en que diferentes elementos se comunican unos con otros para crear interculturalidad, así como la forma en que lo hacen. En el extremo izquierdo del continuo se encuentra el estado de la coexistencia cultural. En este estado, los elementos culturales coexisten más o menos. No se produce ninguna comunicación activa entre los elementos. En el estado intermedio de la negociación intercultural, se produce una comunicación real en forma de negociación entre elementos culturales. Esta negociación tiene lugar para establecer una forma dinámica y participatoria de hibridismo. En el extremo derecho del continuo encontramos el estado de transculturalidad hibridizada. Aunque este estado hace hincapié en el uso compartido, la confluencia, e incluso la fusión de elementos culturales, es un estado que siempre se caracterizará por la heterogeneidad. Si el estado fuera homogéneo sería utópico y no existente en situaciones de la vida real. Dicho estado cultural homogéneo implicaría que todos los elementos culturales del espacio se habrían fusionado en una nueva cultura, sin reconocer los viejos elementos culturales e ignorando, de este modo, la historia.

En Lie (2003) hemos estudiado algunos de estos espacios y los hemos concretado aplicando las ideas a lugares geográficos de Bruselas y alrededores. Asimismo, la idea de la creación de espacios puede igualmente aplicarse a encuentros y procesos interpersonales. En toda clase de reuniones y en las aulas académicas se está desarrollando un espacio que trata con la diversidad. Una consulta entre un médico y un paciente inmigrante, una situación multicultural en un aula académica o en otros entornos interculturales de aprendizaje, etc., son ejemplos de estos encuentros interpersonales en los que se crean espacios de interculturalidad. Si nos centramos en el ejemplo de la consulta entre un médico y un paciente inmigrante, el rol de la cultura en esta situación es en sí mismo difícil de evaluar. Pero centralizando el espacio que de este modo se crea, afloran a la superficie las ventajas siguientes: el análisis se vuelve menos anecdótico y los factores (interculturales) se vuelven menos aislados. El intento no consiste en tratar de aislar elementos individuales como "los japoneses consideran el hecho de sonreír como un gesto descortés", "los chinos son inescrutables", "los holandeses y los americanos son demasiado directos y hablan demasiado alto". En vez de ello, es el espacio entero el que contextualiza los eventos comunicativos interculturales específicos. Es más importante centrarse en el espacio mismo que en los aspectos individuales interculturales específicos que engloba el espacio. Además, la identidad étnica cultural como factor, se estudia en conjunción con factores como la educación, la socialización, la edad, el género, etc. La diversidad se aborda en su totalidad. Ningún factor es preseleccionado o previamente excluido, aunque el énfasis es naturalmente definido en el marco de una perspectiva cultural. Esta perspectiva es una perspectiva de la situación considerada en su conjunto, globalmente. Empezar con esta perspectiva global significa que ningún factor es excluido por principio. El análisis se convierte en un análisis sensible al contexto de una forma intrínseca. Otra de las ventajas implícitas en esta perspectiva es que, al centrarse en la creación del espacio, se pone el énfasis en lo dinámico y no en lo estático. La cultura ha sido vista durante mucho tiempo como un factor estático que influye en los procesos de comunicación, pero actualmente se acepta de un modo general que la cultura tiene un carácter dinámico. Las situaciones interculturales están siempre en construcción, decantándose hacia el extremo de la coexistencia o hacia el extremo de la hibridación. Los espacios son eventos creativos; son, como diría Barth (1989), "generados por la palabra".

Este tipo de espacios de comunicación intercultural afectan a las identidades localizadoras/globalizadoras de varias maneras. Todos los actores, elementos o factores que son parte del espacio, llegan al espacio con sus propias identidades. Estas identidades individuales se ven alteradas en el curso del espacio, en el que el espacio mismo tiene una identidad globalizadora/localizadora, híbrida.

Observaciones a modo de conclusión

El campo de la comunicación intercultural continúa desarrollándose. Es un área de estudio fascinante, que se ocupa de los procesos de cambio en entornos culturalmente definidos. Cada una de las diferentes aproximaciones que han sido consideradas en estas páginas tiene sus propios méritos, pero es importante comprender que la comunicación intercultural tiene que ser entendida en términos fundamentales y en procesos que capturan la integridad. La cultura no es un contexto. El texto no existe sin el contexto cultural, porque es exactamente este contexto el que define el texto. Un perro en un restaurante holandés (en donde los perros son considerados como animales de compañía, y a menudo no se les permite entrar en los restaurantes por razones higiénicas) es muy diferente de un perro en algunos restaurantes coreanos (donde los perros son considerados como comida y están en el menú). El perro es el mismo, pero la interpretación cultural es muy diferente. Los textos culturales definen los temas.

Por otro lado, la cultura es también una base para el diálogo. Sin cultura no hay diálogo. Cada vez somos más conscientes de que los actores participantes en los diálogos, además de entrar en ellos desde su propio entorno cultural, también crean espacios culturales. Estos espacios pueden encontrarse en estados diferentes de mezclas culturales. Con la centralización de estos espacios, el énfasis no se pone tanto en las diferencias que los partícipes aportan al diálogo, sino sobre todo en el espacio intercultural que se crea en y a través del diálogo. Vista de este modo, la plaza de una ciudad se convierte en algo más que los diferentes objetos, elementos y puntos de vista culturales que engloba. Se convierte en un espacio en cierta fase de interculturalidad en la que el énfasis se pone en el todo y no en los diferentes elementos que lo constituyen. Lo mismo vale para el experto técnico que entra en el mundo de las comunidades locales. Para poderse comunicar de un modo efectivo, el experto necesita crear un espacio cultural compartido. El experto no puede hacerlo solo, necesita crear un espacio de comunicación intercultural mediante la comprensión y los malentendidos, mediante la traducción desde "el mundo del experto" al "mundo de la comunidad", y desde "el mundo de la comunidad" al "mundo del experto". Es necesario crear un espacio mediante un diálogo activo.

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